domingo, 21 de marzo de 2010

Introducciòn a la Etica.

La Moral, la Etica y el Bien


Es mejor ser Sócrates insatisfecho que un cerdo satisfecho; es mejor ser Sócrates insatisfecho que un tonto satisfecho.
Y si el tonto o el cerdo son de una opinión distinta, es porque solo conocen un lado del asunto: el suyo. La otra parte, para poder comparar, conoce ambos lados.

JOHN STUART MILL

Muchas veces nos equivocamos respecto al sentido de la moral. Su verdadera función no es castigar, reprimir, condenar. Para eso ya están los tribunales, la policía, las cárceles, y nadie vería en ellos una moral. Sócrates muere en prisión y, sin embargo, es más libre que sus jueces.
Aquí es, quizás, donde empieza, para cada uno de nosotros, la moral, y donde siempre vuelve a empezar: allí donde no es posible castigo alguno, allí donde ninguna represión es eficaz, allí donde ninguna condena, siempre exterior, es necesaria. La moral empieza en el momento en que somos libres: es esta libertad misma en juzgarse y regirse a sí misma.
A ciertas personas les encantaría robar algún objeto de valor en un Shopping, ahora bien un vigilante los observa, una cámara de seguridad o simplemente temen que los atrapen y sean castigados, que los condenen…Esto no es honestidad; es calculo. Esto no es moral; es precaución.
Vamos a imaginar, por el contrario, que poseemos el anillo del que habla Platón, el famoso anillo de Giges, que pudiera hacernos invisibles cuando quisiéramos…Es un anillo mágico que un pastor encuentra por casualidad, este que anteriormente pasaba por ser un hombre honesto, no supo resistirse a las tentaciones de este anillo, y aprovecho sus poderes mágicos para su propia conveniencia, cometiendo atrocidades.
Esta historia equivale a sugerir que la moral no es sino una ilusión, una mentira, un miedo disfrazado de virtud. Basta con poder volverse invisible para que desaparezca toda prohibición, no quedando entonces mas que la persecución, por cada cual, de su placer o su interés egoístas.
En otras palabras, nos estamos refiriendo a todo aquello que no haces pero que te permitirías hacer, en caso de ser invisible, esto habla menos de la moral que de la prudencia o la hipocresía. En cambio, lo que, aun siendo invisible, seguirías imponiéndote o prohibiéndote, y no por interés sino por deber, solo esto es moral. Lo que te exiges a ti mismo, no en función de la mirada del otro o de tal o cual amenaza exterior, sino en nombre de determinada concepción del bien y del mal, del deber y de lo prohibido de lo admisible y de lo inadmisible, de la humanidad y de ti mismo. Concretamente: es el conjunto de reglas a las que te someterías, incluso si fueras invisible e invencible.
¿No tienes el anillo? Esto no te exime de reflexionar, de juzgar, de actuar.
Ahora bien, esta es la apuesta de la moral y su soledad íntima: toda moral es relación con el otro, pero es una relación de sí mismo consigo mismo. Obrar moralmente es tomar en consideración los intereses del otro; es mas, la respuesta (expuesto de otra manera) solo depende de uno, no es una apuesta, es una elección.
¿Qué es la moral? Es el conjunto formado por lo que un individuo se impone o se prohíbe a sí mismo, pero no fundamentalmente para aumentar su felicidad o su bienestar, lo que no sería mas que egoísmo, sino para tomar en consideración los intereses o los derechos del otro; independientemente de la mirada del otro y de cualquier sanción o recompensa esperadas.
Ahora bien, evitando de caer en el moralismo debemos hacernos la pregunta ¿Qué debo hacer? Y no ¿Qué deben hacer lo9s demás?
Para saber si tal o cual acción es buena o condenable, basta con preguntarse a sí mismo qué pasaría si todo el mundo actuara de la misma forma. Es necesario entonces, prohibirse a uno mismo lo que condenaría en los demás; es decir someternos personalmente a una ley que creemos vale, o debe valer, para todos.
Una acción solo es buena si el principio al que se somete puede valer, por derecho para todos: obrar moralmente es obrar de tal forma que puedas desear, sin contradicción, que todo individuo se someta a los mismos principios que uno.
Si observamos estas ideas a la luz de la religión, podemos decir que el creyente solo respetara la moral con la esperanza del paraíso, por miedo al infierno, esto no seria virtuoso; solo seria egoísta y prudente. Quien sólo hace el bien por su propia salvación, explica Kant, no hace el bien, y no se salva. Esto equivale a decir que una acción es moralmente buena si se realiza “sin esperar nada de ella”.
En conclusión, podemos decir que la moral se basa en una acción que se realiza sin esperar nada a cambio; sea una recompensa o un castigo. Como asimismo se trata de una relación con el otro, de buscar el bienestar y de preocuparse por los intereses y derechos del otro. La moral no lo es todo, no puede sustituir a la felicidad; no puede sustituir al amor, y por eso la moral no es lo esencial. Pero ninguna felicidad exime de ella; ningún amor basta: la moral es siempre necesaria.
Es ella la que te permitirá, siendo libremente uno mismo, vivir libremente con los demás.





Si observamos lo que ocurre en el mundo a nuestro alrededor podemos ver todos los días hechos de violencia, agresividad, muerte y destrucción. Es difícil creer que no exista la maldad en forma absoluta.

Por el contrario, la maldad parece reinar en todos los órdenes de la existencia.

¿Qué es el bien?, porque lo que es bueno para uno puede ser malo para otro. ¿Es acaso el bien algo relativo a las circunstancias o el bien es absoluto?

Platón dice que el Bien es la idea suprema y que el mal es la ignorancia.

San Agustín pasó gran parte de su vida cuestionándose sobre la existencia del mal, hasta que leyó a Platón y a San Pablo y se pudo convencer que el mal no existe, que no es en sí, no tiene Ser, que el mal es ausencia de bien.

Aristóteles considera una acción buena aquella que conduce al logro del bien del hombre o a su fin, por lo tanto, toda acción que se oponga a ello será mala.

Para Aristóteles, la bondad es un atributo trascendental del Ser.

Sócrates identificaba a la bondad con la virtud moral y a ésta con el saber. La virtud es inherente al hombre que es virtuoso por naturaleza y los valores éticos son constantes, por lo tanto el mal es el resultado de la falta de conocimiento.

Con respecto a la existencia del mal, Santo Tomás de Aquino nos dice que al crear este Universo, Dios no deseó los males que contiene, porque no puede crear lo que se opone a su bondad infinita.

Nos sigue diciendo que el mal no fue creado, el mal es una privación de lo que en si mismo como Ser, es bueno; y el mal, como tal, no es querido tampoco por el hombre, porque el objeto de la voluntad humana es necesariamente el bien. El pecador no quiere el mal, lo que quiere es el placer sensible de un acto, que se supone malo, pero su fin no es hacer el mal. No hay voluntad alguna que quiera el mal como tal.

Agrega que Dios creó un Universo cuyo orden exigía la capacidad de defecto y corrupción por parte de algunos seres.

Nos propone que la justicia exige que el mal moral sea castigado y postula que el castigo existe no por si mismo sino para que el orden de la justicia sea preservado.

La libertad es un bien para Santo Tomás porque hace que el hombre se parezca más a Dios. Él no quiso el pecado, pero lo permitió en razón de un bien mayor, que el hombre sea libre y pudiera amarlo y servirlo por propia elección. No quiso el mal físico por si mismo sino en provecho de la perfección del Universo.

Krishnamurti nos dice que el Bien es el orden total y el Mal es el desorden. El orden, en relación a la conducta en el aquí y ahora, es virtud; y el desorden es no virtud, destructivo, dañino, impuro.

Krishnamurti nos dice que uno puede sentir en el fondo de si mismo que la bondad absoluta existe, o sea el orden verdadero, libre de prejuicios. No se trata de aceptar un patrón o modelo externo sobre lo que es ordenado y bueno, porque todo patrón externo produce conflicto con el sí mismo y el conflicto es origen del desorden.

Sostiene que somos el mundo y el mundo es lo que somos, que la conciencia del mundo es nuestra conciencia y si comprendemos esto habrá compasión verdadera por todo y por todos, y que esta compasión es la libertad.

Está convencido que la sociedad es el desorden organizado; y que la negación de la continuidad de la violencia y del rencor, es el Bien. La sociedad soy yo y si yo no cambio la sociedad no puede cambiar.

Para él el Bien es absoluto y el mal no existe. En el momento que afirmamos la existencia del mal absoluto esa misma afirmación es la negación del Bien. La bondad implica renuncia total del yo; y salirse del egocentrismo es alcanzar el orden completo, la libertad, y la bondad.

3 comentarios:

  1. Han logrado maravillarme, con el relato del mal a través del tiempo,con Einstein,y con la publicidad elegida!!!!!!!!!!
    Geniusssssssssssssssssssssssssssss

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  2. Por supuesto necesitaría que lean en clase las definiciones de John Stuart Mill.
    Geniusssssssssssssssssssssssssssssssssss

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  3. Falta un comentario de "El secreto de sus ojos"
    Abrazo.

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